"Cuenta la leyenda que cierto día el Maestro preguntó a su discípulo:
-¿qué es más importante, la cabeza o el culo?
El discípulo rápidamente contestó:
-¡la cabeza!
El Maestro le pidió al discípulo que usase pues la cabeza un rato y después volviese a contestar.
Se puso a meditar largo rato y volvió a responder:
-Maestro, mi cabeza me da la capacidad de articular respuestas con rapidez, aunque no sean siempre las acertadas, lo cual es muy importante porque me ayuda a crecer. Sin embargo lo que hace mi culo es tan fundamental que si no lo hace bien, mi cabeza tampoco funciona bien. En realidad son igual de importantes los dos.
El Maestro sonrió y dijo:
-Muy bien, así es; ambos son igual de importantes. Ahora piensa lo que eres tú para los demás: ¿cabeza o culo?.
El discípulo volvió a meditar y respondió:
-No lo sé Maestro.
-Sí que lo sabes- le dijo el Maestro- pero tienes miedo de reconocerlo.
A tí la mayoría de la gente que te rodea te ha adoptado como un culo: no quieren tu opinión ni tus consejos, sólo desean contarte aquello que les sobra y echarlo fuera de si. Eso te enfada porque te esfuerzas en entenderlos y ayudarlos pero ves que no es lo que quieren de tí, ¿verdad?
El discípulo agachó la cabeza y respondió con un "sí" apenas audible.
-Tienes que aprehender a reconocer lo importante que es tu don- continuó el Maestro- Posees el don de la escucha. De ese don carece la mayoría y sin él no se puede limpiar todo lo que llevamos dentro. Para hacer limpieza de lo que acumulamos en nosotros es preciso que alguien escuche y nos ayude en esa labor de limpieza. Que por cierto, nadie ve, sólo tú. Se sienten mejor después de hablarte pero no lo relacionan con tu don, en realidad no creen que hayas hecho nada. Pero debe ser así.
El Maestro hizo una breve pausa para que el muchacho asimilase lo que le estaba diciendo. Continuaba con la cabeza agachada.
-Nos atraen más los consejos de los Maestros y andamos sedientos de ellos; y en verdad los necesitamos. Pero también necesitamos verbalizar y cuestionar lo que va ocupando espacio y molestando en nuestro interior. Es suficiente con que nos dejen soltarlo sin más.
Que no te apene ni te enfade que ese don permanezca oculto, es imprescindible que sea así pues a él va unida la discreción: la sensatez de juicio y tacto para obrar. Y tú la tienes.
Muchos pueden ser "sabios" alimentando almas, pero muy pocos son capaces de mantenerlas limpias: las de los demás y la suya propia.
El Maestro levantó la cabeza del discípulo al que tanto amaba y en sus ojos llenos de lágrimas leyó la gratitud de su alma limpia.
Ambos sonrieron."
Dedicado a Mi Mami.
(Benita Míllara)