lunes, 14 de mayo de 2018


 COSAS


Cuando llegas a cierta edad te empiezas a cuestionar la necesidad de tener cosas, muchas cosas. Bueno, matizo, alguna gente empieza a cuestionarse este tema. Ya sea por una creciente espiritualidad, ya sea porque le ha tocado hacer una mudanza y ve la realidad de la multitud de cosas inútiles que posee, el caso es que llega un día en que se cansa de dedicar sus energías a muchas cosas.
Esa gente que llega a ese estado de "para qué tanta cosa" empieza a considerar un bicho raro a aquel que sigue acaparando sus pensamientos, sus horas y su espacio con más cosas. Para este nuevo ser el tener cosas va unido a la necesidad práctica de las mismas; pero necesidad muy práctica, puesto que ya ni se plantea si combinan con el resto de cosas que tiene, si están a la moda o no, si tienen el beneplácito de sus allegados; busca lo más práctico y funcional. Y todo lo demás le llega incluso a molestar sólo pensar en ello.
Lo que no ve es que el bicho raro en realidad es él.
El arte de acaparar cosas es lo más cercano que estamos en este momento a la inmortalidad. Todo el ritual de pensar en la cosa que queremos tener, buscarla, elegirla, hacerla nuestra y tenerla a nuestra disposición, ahí se quedará cuando nuestro limitado cuerpo se marchite. No todas, pero si la inmensa mayoría de las cosas que acaparemos a lo largo de nuestra vida. Quien las toque y las tenga en un futuro recordará a su poseedor anterior, llegando incluso a inmortalizar a varias generaciones. Y eso es para llenar de felicidad a todo el que tenga cosas.
El dedicar energía, tiempo y acción a algo como un abrazo, un sentimiento agradable, un rato de buena compañía... que tanto se pregona que llenan el alma y son el motor de tu vida,  son efímeros. Dura lo que dura ese instante y hay que crearlo nuevamente cada vez que queramos tenerlo y encima sin la garantía de que nos satisfaga como ha sucedido en el pasado. El propio Amor, que en esencia debería ser infinito, busca como expresarse y todas son formas perecederas; salvo que vaya acompañado de una "cosa" que cada vez que queramos, ahí estará para dar solidez a ese amor. Por tanto, todo lo intangible es crear sólo mucho pasado y un presente que no perdurará. El dedicar tiempo a cosas tangibles, tiene el pasado que nos hace el deseo de tenerla, el presente que es cuando la adquieres y el futuro de que se quede ahí incluso hasta después de nuestra muerte.
Al final lo único que nos mueve a tener cosas, o no, es el deseo, o no, de ser un poquito inmortal. Un poquito, porque salvo catedrales que la historia se encarga de decirnos quien las ha construido por los siglos de los siglos, el resto de cosas aunque nos sobrevivan, no serán eternas. Esa pequeña inmortalidad llena de sentido la vida de quien la desea. El bicho raro que no desea la inmortalidad vive porque ha nacido y sólo espera no tener una muerte dolorosa; el resto de sus vivencias no tienen "cosas" que demuestren su existencia.