De repente tuvo la sensación de haber visto la luz. Todo aquello que la sumía en la oscuridad por no poder disfrutarlo, le resultó lejano.
No parecía haber perdido nada; al contrario, más bien había ganado claridad, serenidad y sobre todo, paz interior. Lo que creía tener, en realidad estaba anclado en pies de barro y con el tiempo se habría desmoronado; ahora pensaba que las cosas se habían precipitado para no hacerle perder más su tiempo: el camino que seguía, no siendo malo, a la larga no sería el adecuado para ella.
Sin embargo tenía que esperar a asentar esa sensación. Estaba en un momento de su vida en el que los ciclos se acortaban y las cosas iban a demasiada velocidad; todo era raro.
Se sentía con fuerzas para escuchar aquello que antes la dañaba y para contemplar como espectadora el espectáculo del que hasta no hacía mucho, formaba parte. Lo que no quería de ninguna manera era pasar a ser figurante, como tantos otros antes que ella; sí, no era la única en esta aventura; la diferencia estaba en cómo pensaba ella pasar por la misma situación. Pero esa ya es otra historia...
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