sábado, 29 de noviembre de 2014

EL SACERDOTE Y LAS FELIGRESAS




 Y DIOS DIJO: "HÁGASE LA LUZ"

Los hombres poquito a poco van colocándose en lugares antes sólo reservados a mujeres; hasta se les ha puesto una teta en las manos (biberón lo llaman) para que disfruten del placer de amamantar a una critatura, aunque igual aquí quien ha salido perdiendo es la criatura en sí, porque aún estamos tan dormidos que seguimos mezclando el tocino con la velocidad.

El caso es que ellos se acercan más a las cosas de ellas, pero ellas siguen siendo seres non gratos en muchos sitios. Y no tanto porque haya que alcanzar cuotas de poder, que quizá sea el miedo que tienen, sino porque no se las tiene en cuenta más que en un sentido de servilismo que parece ya incrustado en los genes de ambos sexos.

Uno de esos sitios es la iglesia católica, la institución de la iglesia católica, un engendro religioso que nada tiene que ver con la Fe, con Dios, ni con la espiritualidad. Y me da igual que haya cosas peores por ahí adelante, cada uno que barra su casa y el mundo estará limpio. 

Allí está él, el sacerdote, en el altar, predicando a su rebaño que por lo menos en la latitud en la que vivo es esencialmente femenino. Ellas van a misa, se confiesan, limpian las iglesias, colocan las flores, ayudan en la liturgia, educan en esa  dinámica a su prole, recaudan dinero para las causas solidarias, hacen de parachoques entre feligreses y sacerdote...

¿Por qué no les dicen de una vez a esas mujeres que ellas son sacerdotisas de su familia? ¿Qué tienen el poder innato de bendecir a sus seres queridos? ¿Qué esa supuesta protección que les otorgó en su día la iglesia, hoy no tiene razón de ser?

Y ellas, ¿por qué se empeñan en sostener algo que no las quiere en su plenitud de facultades? Tantos conocimientos que tiene hoy todo el mundo y que poca sabiduría sacan de ellos.

El día en que las mujeres dejen de alimentar vanidades masculinas, ese día, habrán conectado con su esencia femenina y el que podrá nutrirse será el hombre, no su vanidad, haciéndolas crecer para crecer juntos. Eso a ellas las hará brillar y bienaventurado aquel de los hombres que sepa aprovechar, conservar, disfrutar y ayudar a desarrollar ese brillo porque ese día encontrarán ambos el equilibrio.

¡Cuantas generaciones y generaciones de mujeres apagadas llevamos...!

La iglesia es una de tantas instituciones, no es un escrito de ataque a una religión... el mundo en general es patrimonio de los hombres; la mujer se adapta a él, apenas participa en su creación; pero si los padres de la espiritualidad no dan ejemplo, su pecado es mayor porque no cumplen la misión que tienen en realidad y por lo tanto es legítimo cuestionar su liderazgo.

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