martes, 23 de agosto de 2016

MUNDOS PARALELOS

Un domingo de verano donde muchos humanos compartimos el mismo espacio en una playa, cada uno en una actividad diferente: unos se bañan, otros juegan a la pelota, otros leen, otros pasean, otros fuman, otros duermen, otros dan balonazos...
Afirmaría sin equivocarme que cada uno de esos humanos haciendo algo en esa playa en realidad tienen sus mentes muy lejos de allí y de ese instante; sus cuerpos físicos están a la vista de todos, pero su mundo interior no está allí con ellos mismos ni con nosotros.
Pero hay otro mundo paralelo en esa playa, el mío. Presente en esa playa y en ese mismo instante, conviviendo primero de forma sutil, para acabar materializándose cuando mi ser que todo el mundo puede ver allí, se cansa de soportar los balonazos, pelotazos y gritos de los incansables de las pelotas de todos los tamaños.
Y me levanto, tranquila; me sitúo frente al mar... y empiezo. Muy suavemente ejecuto mi taichi, allí en medio de las toallas extendidas, de los cuerpos bañados en sol, de los pitillos, de los que leen, de los pelotazos...
Acabo mi forma de manos libres y como me he fundido con aquella playa y todo lo que hay en ella, no tengo ni idea de lo sucede a mi alrededor. Sólo soy consciente de coger mis dos abanicos y hacerlos bailar silenciosos en la danza de su forma porque aquella playa merece ese respeto.
Vuelvo a mi primer mundo paralelo porque tres jovencitas se acercan y una me pregunta cómo se llama eso que hago. Contesto y charlamos un rato sobre taichi y qigong.
Al mirar a mi alrededor, las pelotas habían desaparecido. Ambos mundos paralelos se habían cruzado y habían creado equilibrio.

Horas más tarde vuelvo a entrar en mi mundo paralelo, ahora en completo silencio mientras contengo un suspiro de resignación.
Tener que pedir a gritos una consumición porque la tele con su juego de pelota están tan altos, me resulta desagradable. Y entonces me veo allí, en mi mundo paralelo, imaginando el local con un sonido aceptable para poder comunicarse con el que tienes al lado. 
Pero aquí los dos mundos no se cruzan, al contrario, se colocan a una enorme distancia uno del otro. Eres una borde si manifiestas tu opinión contra algo tan asentado en ese mundo paralelo... abrir la boca implica conflicto y hay que sentirse con ganas de asumirlo; no era mi caso en ese momento.
La distancia entre ambos aumenta al acercarme a la barra y ver pegadas en una columna un montón de estampas de vírgenes, y justo debajo un calendario en el que los meses ocupan el diez por ciento del papel, mientras el otro noventa por ciento lo invade una joven mujer en postura poco natural para andar por la vida y con la camisa mojada marcando su perfecto cuerpo de foto retocada.
Y pienso que algo tienen en común todas esas imágenes de mujeres: se les supone la virginidad, entendida como la entienden la mayoría de los mortales en su mundo paralelo. Porque en mi mundo paralelo, ni virgen es lo que se ha extendido que es, ni una mujer es un objeto que tanto vale de diosa como de juguete.

Esos YO de los mundos paralelos en que me he movido un domingo de verano, no son cuerpos físicos ajenos unos de otros en distintas dimensiones. Soy Yo misma haciendo salir a la luz el mundo paralelo que llevo dentro o resignándome a que los demás impongan el suyo y dejarme arrastrar por él.

Un dato: los mundos paralelos que más cambios han producido son los creadores de las guerras. Dato muy triste, por cierto. Damos para algo más y mejor que unas estúpidas guerras, aunque sean por un balón de fútbol.
BENITA MÍLLARA

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