Mi adolescente particular me ha
dicho que para escribir algo y que un adolescente le preste atención, tengo que
emplear un lenguaje menos formal y meter insultos.
Lo segundo me hizo gracia, pero
no lo consideré imprescindible, la verdad… hasta que me dio por mascarlo y
digerirlo un rato.
Veamos, si este es mi libro en el
que quiero escribir lo que yo quiero decir y no lo que se supone que quiere el
resto de la peña que diga, lo de insultar mola… y mucho. Sobre todo porque
tengo unos cuantos candidatos a ser insultados. Así de paso también os explico
que una forma fantástica de arreglar cuentas con alguien es escribir lo que se
piensa de esa persona, con ansia, sin guardarse nada (total no lo va a leer) y
después destruir el papel para no liarla por si lo encuentra. No has hecho daño
a nadie y te quedas de un bien…
Yo no voy a poner nombres, por
supuesto, y hablaré en general, pero mi carta particular podría ser algo así:
“Queridos todos (el amor no debe
faltar nunca), esos que en su día se empeñaron en hacerme quedar sentada cuando
yo empezaba a caminar en mi mundo de taichi; a esos sabios del “porque yo lo
digo y es así”, a aquellos empeñados en darte pautas para ser feliz cuando
ellos mismos no se las aplican porque no se las creen, a los que guardan
secretos esperando poder venderlos a buen precio algún día… a todos esos y a alguno
más les digo que hagan el favor (ser educados no cuesta nada) de irse un
poquito a la mierda, y si puede ser un poquito más allá, procurando que si
vuelven no traigan más mierda de la que ya han dejado antes de irse.
Eso sí, quiero agradecer (la
gratitud en todo es fundamental) su existencia, pues sin ella me habría costado
más saber la clase de persona que NO quiero ser, con ustedes me ha quedado muy
claro: no quiero ser como ustedes.”
Ya está, a seguir adelante.
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